RE-CORDIS

Si pudiéramos recordar…


Escuchando al prójimo con empatía nuestro corazón resuena, expandiéndose y arrojando luz a aquellos lugares que dejamos en la oscuridad.


La ERA está pariendo un corazón y como en todo parto hay dolor, y puede haber miedo. Pero también hay fuerza, y una profunda conexión con nuestro origen, nuestro por qué en la existencia.


Abre tu conciencia y expande tu ser para recibirlo.
Necesitarás ayuda, la ayuda de los demás, los que son tú, como tú eres ellos.
No somos un peligro para el otro.
Somos UNO, con el TODO.


¿Recuerdas?

EL OBSERVADOR

 EL OBSERVADOR





Tan antiguo como el ser humano es la conciencia cósmica, divina o plena. Esta energía es la capacidad de VER desde el final del camino cada recodo, lugar, escondite del tramo de este camino que llamamos EVOLUCION. Esta capacidad de ver está inserta en algún lugar entre nuestro cerebro límbico y el corazón, un lugar que no es físico pero que ocupa la esencia misma de nuestro Ser.

Tenemos un mirada dentro capaz de comprender y colocarse en la distancia justa entre el demasiado cerca y demasiado lejos de la ecuanimidad, del corazón mismo. Y con relativa frecuencia hemos podido escuchar, al hablar de una cuestión personal que nos atasca o enferma, la idea de colocarnos en la posición de un observador.

Esta expresión que se utiliza mucho en contextos como el de las meditaciones, así como en el de las psicoterapias, tiene en común que nos oferta la posibilidad de despersonalizarnos de nosotros mismos y colocarnos en un lugar a parte para poder observar el evento o sucesos que estén aconteciendo.

Pero ¿Qué es exactamente colocarte en el rol del observador? La primera respuesta es obvia; Observar sin más. Pero cuando lo que se debe observar es algo que te afecta mediana o profundamente, cuando el suceso es algo relacionado con un conflicto o trance difícil ¿Cómo se hace eso de observar desde fuera? Además ¿Qué sígnica eso “desde fuera”?...






Desde las milenarias culturas orientales -por cierto, que el origen de la palabra oriental tiene la misma raíz del latín con orientarse- se nos dice que debemos mirarnos a nosotros mismos desde fuera, como si fuéramos otra persona y mirar sin acritud lo que vemos en nuestra vida. Y desde ahí orientar un rumbo.

Difícilmente encontraremos esa capacidad cuando al mirar el evento la persona o personas implicadas suscitan una emoción fuerte que nos afecta y nos impulsa a tomar partido. Tomar partido es tomar una parte, es decir, un trozo del todo. Ese trozo tiene más que ver con nuestra propia parte, la que nos interesa y por tanto pierde toda ecuanimidad.


Por tanto, cuando en psicoterapia proponemos colocarnos en el rol de observador, lo que hacemos es colocar una segunda o tercera silla donde adoptamos el rol de una persona externa al problema que acaba de suceder.

Desde este juego psicodramático, sí es posible observar sin emoción directa, lo que sucede de una manera más clara pues lo personal no está en cuestión. Es tan simple como comentar la jugada como si no fuéramos artífices de esta. Por tanto al dejar las responsabilidades a un lado, nos podemos permitir el lujo de saber qué está pasando y cómo está afectando a los involucrados.

Al contrario de ser una huida hacia fuera, es más un paso opuesto al conflicto en calidad de obtener distancia objetiva y con ello ganar ecuanimidad.

Si hacemos este ejercicio mental en una meditación, también resulta impresionante los resultados cuando podemos imaginarnos o visualizarnos de pie o sentados junto a nosotros mismos y observarnos con la mirada calidad de un hermano mayor, como si hubiéramos acudido en la ayuda de esta persona que soy yo mismo.

A tal efecto lo que surgen siempre son sentimiento de amor y/o rechazo por lo que observas que está/s haciendo con tu vida.

Pero si no lo condenas ¿Qué crees que podría sugerirle/te? ¿Qué crees que podrías modificar o implementar para llevar mejor dicha situación? Y por último y casi lo más importante ¿Cómo ves que se está sintiendo esa persona que tienes delante que eres tú mismo?...

Así podríamos sugerir una serie de propuestas en base a un sentimiento esencial que define el conflicto en sí, el colapso. Si es tristeza y no lo asumimos, si es rabia y no lo canalizamos o si es amor y no lo expresamos, lo único que estamos haciendo es eso: obstaculizar la llegada de la solución.






Por tanto, cada vez que puedas PÁRATE, detén tus actividades físicas y mentales por un momento. Toma asiento y céntrate en el problema. Ahora colócate, con uso de la imaginación a tu lado, y observa la situación sin juicio ni critica. Permite que las ideas y soluciones lleguen al verlo desde afuera.

Luego vuelve a ti y comienza a incorporar esa posible receta en tu vida. Eso implicará esfuerzo y posiblemente emociones intensas y difíciles. Pero sin nuestra intervención la vida que llamamos propia, dejaría de serlo, ¿no crees?

¡Adelante!



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